La elevación de aguas residuales en entornos agrícolas representa uno de los desafíos más difíciles, a causa de la complejidad de las situaciones en las que se trabaja. A menudo deben desplazarse líquidos muy cargados y densos que contienen cuerpos filamentosos que precisan ser triturados.
Tampoco hay que subestimar las dificultades que plantea el bombeo de agua para la irrigación, debido a la alta presión necesaria y a la posible presencia de arena y partículas en suspensión.
Se requieren motores con un alto régimen de giro y largos ciclos de funcionamiento, además de materiales especialmente resistentes al desgaste.